En una ciudad envuelta en la niebla del misterio, donde las luces de neón parpadeaban como latidos de corazón en la oscuridad, la agente Cipriani esperaba en las sombras de un lujoso hotel. La habitación, apenas iluminada por la tenue luz de la luna que se filtraba a través de las cortinas, era un refugio secreto, un santuario donde las sombras se reunían para bailar en privado. Llegó en silencio, su elegante y etérea silueta como un susurro de seda mientras se deslizaba por la puerta para follar