Te sumergiré en un abismo de indulgencia implacable, empujándote a engullir como un depravado…, perdiéndote en un mar de pecado líquido. Comenzarás al amanecer, tus manos lastimosas temblando, buscando no la salvación sino tu próxima dosis. No hay parada, no hay indulto, solo un descenso interminable hacia tu propia sed desenfrenada. Te empaparás en este libertinaje, cada trago te arrastrará más profundamente en el atolladero de tu propio vicio, despojándote de cualquier último vestigio de dignidad. ¿Tu existencia? Un simple recipiente para consumir, para revolcarse en el fango de tus propios antojos degenerados.