Antes de ir a confesarte, se supone que debes hacer una revisión de tus pecados, expresar tu pesar por ellos y decidir no volver a pecar. Estas pequeñas zorras desagradables pueden tener buenas intenciones, pero ya sabes lo que dicen: “¡Una vez puta, siempre puta!”. Entonces, cuando los tipos que creían que eran sacerdotes escucharon sus historias de mal gusto, supieron que no había salvación para estas zorras traviesas, así que decidieron empujar sus pollas duras a través del agujero del confesionario para ver si estos pecadores desagradables se las chupaban. Bueno, ¿adivina qué? ¡A todas y cada una de ellas les rociaron sus caras pecaminosas con enormes cargas de semen justo!