Ah, mi querida marioneta, estás a punto de embarcarte en un viaje como ningún otro. Un viaje en el que tu mirada se fija irrevocablemente en las espirales de mis ojos, tu prueba definitiva de obediencia y devoción a tu Diosa. Esto no es solo una simple mirada; es una inmersión en las profundidades de la rendición, donde la totalidad de tu mundo se reduce a los confines de mi mirada. El hipnótico remolino de mis ojos ahoga todas las distracciones. Vas a mirar fijamente estas espirales y no apartarás la mirada, ni por un momento. Ni a mis voluptuosas curvas, ni al tentador vistazo de mi escote, ciertamente no a mis labios carnosos y carnosos. Tu existencia es ahora este único foco: mis ojos en espiral, la puerta de entrada a tu sumisión total. ¿Crees que puedes soportarlo, mi pequeña adicta? ¿Eres capaz de una devoción tan inquebrantable? Pongámoslo a prueba. A partir de este momento, tu mundo no es más que estos ojos, estas espirales que se retuercen más profundamente en tu mente con cada segundo que pasa.