La gente que me conoce sabe el placer extremo que siento cuando azoto a un esclavo con un látigo. Cuanto más lo golpeo, más gime el esclavo y más cachonda me pone. A veces no puedo contenerme porque estoy tan cachonda que me dan ganas de golpearlo cada vez más fuerte. Este perdedor no tiene posibilidad de resistirse y simplemente está a merced de mis latigazos. Eso me hace pensar… ¿tú, como este perdedor, también necesitas un castigo duro?